Los macacos japoneses o macacos de cara roja son unos monos muy inteligentes, muy limpios y, como se verá más adelante, muy sociables. Viven en Japón y son famosos por ser los protagonistas de un curioso fenómeno conocido como El efecto del mono número cien.
El primer libro que relató este fenómeno fue Rhythms of Vision, publicado por Lawrence Blair en 1975. Posteriormente, otros autores añadieron algunos detalles no esenciales que ayudaron a convertirlo en una leyenda. A continuación, voy a intentar hacer un resumen de esta historia sobre monos y conciencia colectiva...
El efecto del mono número cien
A principios de la década de los cincuenta, unos científicos japoneses que estaban estudiando el comportamiento de los macacos de cara roja, decidieron poner a prueba su inteligencia. En una playa de la isla de Kojima, uno de los científicos le dio a uno de los monos una patata rebozada en tierra. No se sabe si a propósito o por casualidad, el animal acabó tirando la patata a una charca de agua de mar, con lo que al recoger el alimento, pudo disfrutar de un manjar limpio de tierra y con un gustoso sabor salado. Debemos suponer que la experiencia le dejó bastante satisfecho porque, a partir de ese día, cada vez que los científicos le daban una patata sucia a ese macaco, éste la lavaba con agua salada antes de comérsela.
Tal como diría mi abuela: el animal, tonto no es.
Al cabo de unos días, los científicos repitieron el experimento con un vecino del primer mono y el resultado fue sorprendente. Inmediatamente después de recibir la patata, el segundo mono se fue directamente hacia la charca. Al parecer, el primer mono les había enseñado a sus congéneres la nueva receta de Patatas limpias con un punto de sal y toda la colonia había aprendido a lavar las patatas antes de comérselas.
Hasta aquí, esta historia sería un bello ejemplo de aprendizaje en comunidad. Pero lo más increíble está a punto de llegar...
Los científicos comprobaron que cada día eran más los monos de la isla de Kojima que aprendían la nueva técnica. Pues bien, cuando el mono número cien aprendió a lavar patatas, se produjo el maravilloso efecto que da título a esta historia. A partir de ese momento, todos los macacos japoneses incorporaron el nuevo conocimiento a su rutina diaria. Y cuando digo todos, no me refiero a todos los de la colonia de la playa o a todos los de la isla de Kojima. Me refiero a la totalidad de macacos japoneses.
Es decir, tal como explica Lawrence Blair en su libro, este fenómeno permitía demostrar que un nuevo conocimiento se puede extender automáticamente a la conciencia colectiva de una especie cuando se alcanza una masa crítica de individuos que lo incorporan. En el caso de los macacos, el número mágico era cien.
He de reconocer que cuando leí esta historia por primera vez, me gustó bastante. No me la creía, pero me parecía una interesante parábola sobre algo que suelo repetir a menudo: Lo que saben cinco, lo saben veinticinco.
Pero... ¿qué hay de cierto en todo esto?
Lamentablemente, casi nada. La investigación original de 1952 publicada por aquellos científicos japoneses en la revista Primates permite concluir con facilidad que casi todo lo relatado por el señor Blair es falso o inexacto y que, probablemente, su libro no pasa de ser un panfleto pseudocientífico mal documentado.
En realidad, no hubo ningún primer mono lavando una patata. Se trataba de una mona y el alimento era una batata. Además, no fueron unos pocos días el tiempo necesario para que cien macacos aprendieran a lavar batatas. De hecho, después de diez años, sólo había treinta y seis y se trataba de ejemplares jóvenes, seguramente instruidos de manera lenta y progresiva por sus mayores.
Sin embargo, lo que sí que es cierto es que hoy en día se encuentran macacos de cara roja en otras islas de Japón que saben lavar su comida. ¿Quiere decir esto que en el fondo sí hubo algo de magia? Evidentemente, la explicación es mucho más sencilla. Tal como he dicho al principio, estos macacos son muy sociables y en ocasiones se van nadando a visitar a sus colegas de otras islas. Estas visitas, a falta de Facebook, facilitan la transmisión en red de todo el nuevo conocimiento adquirido.
Por lo tanto, la conciencia colectiva no es algo que se pueda nutrir mediante mágicos efectos paranormales, sino que es la compartición masiva de conocimiento entre los miembros de una sociedad la que permite que algunos conceptos adquieran relevancia durante algunos periodos de tiempo.
Afortunadamente, los seres humanos, a diferencia de los macacos japoneses, sí tenemos algunas herramientas que nos permiten consultar cuáles son las ideas o conocimientos que predominan en nuestra conciencia colectiva. Por ejemplo, Google nos ofrece cada año su servicio Zeitgeist, cuya traducción al castellano sería el espíritu de los tiempos. Mediante este servicio, podemos ver qué términos han sido los más consultados en el buscador de Google.
Dado que éste es mi primer artículo del año 2009, creo que es un buen momento para ver cuál ha sido el espíritu de 2008. Según Google, por nuestra conciencia colectiva han pasado un tal Obama, una tal Sarah Palin, algo sobre unas olimpiadas en China y también no sé qué de una crisis financiera...