Querida hija,
si estás leyendo estas líneas, eso significa que ya han pasado unos cuantos años desde que tu madre y yo las publicamos, allá por el 23 de abril de 2009.
En todos estos años, que para nosotros han sido un poco locos pero seguro que irrepetibles, tu nombre ha sido pronunciado miles de veces. Algunas, de manera dulce y suave. Otras, como la paciencia no es infinita, con algo más de volumen. Pues bien, dado que todo tiene un principio, lo que hoy queremos explicarte son las circunstancias que nos llevaron, una noche de abril de 2009, a llamarte por tu nombre por primera vez.
Todo empezó unos meses antes. A mediados de febrero, tu madre y yo habíamos recibido el encargo de buscar un nombre de niña. Hasta entonces, ya habíamos pensado en varias opciones, pero un ecógrafo del Hospital Vall d'Hebron permitió eliminar la mitad de ellas.
Como ya habíamos hecho con tu hermano, decidimos someter esas opciones a un proceso democrático no vinculante. Es decir, publicamos una encuesta en este blog titulada "Un nombre para Junior 2.0" en la que cualquiera podía votar por alguna de esas opciones. Después, nosotros teníamos pensado respetar mucho el resultado de la votación y hacer exactamente lo que nos diera la gana. Lo mismo que habíamos hecho en el caso de tu hermano.
Evidentemente, los primeros en votar fueron tus abuelos y tíos. Tras ellos, vinieron 38 amigos y amigas que completaron una ajustada votación que acabó el 12 de abril con un empate entre los dos nombres que la habían liderado desde el principio: Emma y Leia.
Teníamos que deshacer ese empate, así que una semana después, decidimos contar con la opinión de una persona que no había votado y que tenía una indudable influencia en nuestra familia: Víctor. En aquella época, tu hermano sólo hablaba japonés, aunque según la opinión de todos tus abuelos, lo entendía todo a la perfección. Al parecer, era más listo de lo normal... así que le hicimos la pregunta directamente: "Víctor, ¿qué nombre te parece más adecuado para tu hermana: Emma o Leia?". Su respuesta fue muy rápida y meridianamente clara: "Tuku-tuku".
El nombre era bonito, pero no era una de las opciones que le habíamos dado, así que lo descartamos y le dimos otra oportunidad. Tu madre cogió dos trozos de papel, escribió los nombres y los tiró sobre la mesa en la que acababa de cenar.
Dos nombres. Dos trozos de papel.
Víctor, sin tiempo para reflexionar, cogió el que había quedado más centrado y me lo dio. Cuando lo abrí, tu madre y yo supimos como te íbamos a llamar a partir de ese instante. Los demás lo supieron unos días más tarde, cuando leyeron el título de esta carta y juntaron la primera letra de cada palabra.
En fin, supongo que en más de una ocasión ya te habremos explicado esta historia. La hemos dejado aquí escrita para que el tiempo y la imaginación no la alteren demasiado.
Un beso,
Javier y Natalia.
P.D. Me gusta imaginar que igual acabas de llegar a casa en nuestro coche eléctrico y has leído estas líneas en tu eBook -o quién sabe si en un iBook 8G- mientras esperas a que tu impresora 3D te construya el último anillo con pendientes a juego que te has bajado de Internet... Por cierto, ¿siguen intentando en tu época ilegalizar las descargas de archivos? No te dejes engañar, hija. Compartir no es delito.
P.P.D. A todos los impacientes que se han saltado toda la carta y han ido directamente al final para conocer el nombre, simplemente quiero recordarles un viejo proverbio persa: "La paciencia es un árbol de raíz amarga, pero de frutos muy dulces".