¿Qué nos hace diferentes a los seres humanos del resto de especies del mundo animal? ¿Por qué nosotros hemos evolucionado mucho más rápido y hemos creado tecnología, moral o arte?
Si asumimos que esta premisa es cierta y que nuestra especie está evolutivamente mucho más avanzada —lo cual no siempre es obvio— es fácil llegar a la respuesta que nos ofreció en TED Talks el biólogo Mark Pagel: la clave de nuestro éxito evolutivo es el lenguaje.
La tecnología social del pasado
En su libro Wired for Culture: Origins of the Human Social Mind, el profesor Pagel nos explica:
Nuestra herencia cultural es algo que hoy en día damos por sentado, pero su invención alteró para siempre el curso de la evolución y de nuestro mundo. Esto se debe a que el conocimiento se pudo ir acumulando gracias a que buenas ideas eran retenidas, combinadas y mejoradas, y otras eran descartadas.
[...]
Tener cultura significa que somos la única especie que adquiere las reglas de su vida diaria a partir del conocimiento acumulado de nuestros antepasados y no de los genes que ellos nos pasan. Nuestras culturas y no nuestros genes suministran las soluciones que utilizamos para sobrevivir y prosperar en nuestra sociedad; nos proporcionan las instrucciones sobre qué comer, cómo vivir, los dioses en los que creer, las herramientas que hacer y usar, el lenguaje que hablar, las personas con las que cooperar y casarnos, y con quién luchar o incluso matar en una guerra.
Y... ¿cómo se activó exactamente ese aprendizaje social? ¿Cómo adquirió nuestra especie la capacidad de observar e imitar a los demás con el fin de evolucionar el comportamiento propio de manera beneficiosa?
La respuesta es que fue la aparición de una nueva tecnología social, el lenguaje, lo que facilitó la práctica que Pagel denomina robo visual: el robo sistemático de las mejores ideas de los otros sin tener que gastar tiempo y esfuerzo en desarrollarlas uno mismo.
El aprendizaje social es realmente un robo visual y, en una especie que tiene esta capacidad, se podría haber considerado ventajoso que cada individuo ocultara sus mejores ideas para que los otros no se las robaran. Esto no sólo habría paralizado nuestra adaptación cultural acumulada, sino que nuestra sociedad podría haberse colapsado bajo el peso de la sospecha y el rencor.
Así que, hace unos 200.000 años, nuestra especie en ciernes, recién equipada con la capacidad para el aprendizaje social, tuvo que enfrentarse a dos opciones para gestionar el conflicto de intereses que podía traer este aprendizaje social. Una era que estas nuevas sociedades humanas se fragmentaran en pequeños grupos familiares a fin de que los beneficios de cualquier conocimiento fluyera sólo a los propios parientes. Si hubiéramos adoptado esta solución todavía estaríamos viviendo como los hombres de Neandertal, y el mundo no sería muy diferente de como era hace 40.000 años, cuando nuestra especie entró en Europa. Esto se debe a que estos pequeños grupos familiares habrían producido menos ideas que copiar y habrían sido más vulnerables a la mala suerte.
La otra opción de nuestra especie era adquirir un sistema de cooperación que pusiera nuestro conocimiento a disposición de los demás miembros de nuestra tribu o sociedad, incluso aunque fueran personas que no estaban estrechamente relacionadas con ella (en definitiva, poner las bases que hicieran posible la compartición de bienes e ideas de forma cooperativa). Tomar esta opción significaría que cualquier individio o familia tendría a su disposición un fondo de sabiduría acumulada y talento mucho mayor de lo que podía esperar producir. Esta es la opción que seguimos, y los vehículos culturales con los que surcamos el mundo fueron el resultado.
Como ya apunté en otro artículo, una vez que decidimos adoptar esta estrategia de cooperación, los seres humanos nos dedicamos a crear iterativamente estas nuevas y mejores ideas apoyados en los tres pilares básicos de la creatividad: la copia, la transformación y la combinación.
La tecnología social de hoy
Hoy, en el siglo XXI y gracias a Internet, nuestra sociedad ha creado nuevas tecnologías sociales que permiten que el proceso descrito anteriormente se produzca a una velocidad y a una escala nunca antes imaginada.
Por ejemplo, a nivel empresarial, las organizaciones actuales están usando herramientas informáticas de colaboración social que permiten que cualquier idea, experiencia o propuesta pueda ser compartida, comentada, valorada y mejorada inmediatamente por cualquier persona, desde cualquier sitio y desde cualquier PC, smartphone, tablet... Sin duda, el proceso de obtención de buenas ideas por selección natural nunca ha gozado de tan buena salud.
Aun así, para acabar este artículo, me gustaría compartir cuatro obviedades que es conveniente plantearse en el momento de poner en marcha estas nuevas tecnologías sociales en una empresa:
- Compartir es bueno. Cuantos más obstáculos y restricciones pongamos, menos eficaces seremos.
- Las buenas tecnologías sociales no provocan la aparición de buenas ideas. Eso solo depende del talento de las personas. Lo que sí sucede es que muchas personas tienen buenas ideas que no comparten porque no saben cómo hacerlo o les resulta muy costoso. En este aspecto sí que ayuda mucho la buena tecnología.
- Es falso que las personas se resistan a los cambios. La resistencia al cambio se produce fundamentalmente cuando el cambio es a peor. Si en una empresa se habilitan nuevas formas naturales de colaborar y se crea el clima adecuado, las personas querrán aprovecharlas. Está en nuestra naturaleza.
- Las personas comparten su conocimiento especialmente en las áreas que más dominan. Por ello, las tecnologías sociales nos permiten descubrir no solo cómo hacer algo (know-how) sino quiénes son los expertos en el tema (know-who).
Por supuesto, si al leer estas cuatro ideas finales (o cualquiera de las anteriores) se te ha ocurrido alguna mejora, te invito a compartirla como prefieras: en los comentarios de este blog, en Twitter, en Facebook, en una pintura rupestre, etc.
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