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12 de diciembre de 2013

El afortunado árbol de Chapel Rock

En el Parque Nacional Pictured Rocks, a orillas del lago Michigan, se levanta una curiosa estructura de piedra arenisca conocida como Chapel Rock (la roca de la capilla). Lo que hace especial a esta formación rocosa es el gran pino que vive sobre ella y que inspiró mi anterior entrada: El árbol que durante cuarenta años fabricó un puente.

The Lucky Tree of Chapel Rock

Tal y como describía en el relato, el árbol de Chapel Rock apenas tiene tierra para alimentarse o echar raíces en la roca sobre la que vive, así que sus raíces han ido a buscarse la vida a tierra firme, creando un singular puente.

Las raíces del árbol de Chapel Rock

El proceso que permitió la creación de este puente lo describe muy bien la protagonista de mi anterior entrada, por lo que no es necesario explicarlo de nuevo. Aunque creo interesante precisar un poco las fechas en las que ocurrió.

Originalmente, Chapel Rock era una estructura que reposaba sobre cuatro pilares. En 1906, esa estructura se derrumbó y solo quedó en pie un arco de piedra. Durante muchos años, el único árbol que no cayó al lago tras el derrumbe fue atravesando el arco hasta que, en 1940, el arco también se cayó al suelo. La raíz ha aguantado suspendida en el aire hasta el día de hoy.

Chapel Rock antes de 1906

6 de octubre de 2013

El árbol que durante cuarenta años fabricó un puente

Aquella mañana, como todas las mañanas desde que era una niña, se levantó pronto y miró por la ventana. Los primeros rayos de luz comenzaban a dibujar temblorosas formas sobre la superficie del lago. Ni una sola nube. Respiró profundamente y sonrió. Era importante que hiciera buen tiempo para poder hacer lo que había planeado esa mañana.

Mientras preparaba el desayuno sin hacer ruido, dos agudas y potentes voces acabaron a dúo con el silencio.

—¡MAMÁ! ¡YA ES DE DÍA!

—Buenos días, hijos —respondió ella mientras entraba rápidamente en su habitación—. No habléis tan fuerte, que despertaréis a papá.

Los dos niños se miraron y, pasados unos segundos, la pequeña se levantó de la cama y se acercó lentamente a su hermano mayor.

—Shh... No hables tan fuerte —le susurró—, que vas a despertar a papá.

Tras el obligatorio paso por el baño, los tres se sentaron en la mesa de la cocina y comenzaron a desayunar. Como su instinto de madre funcionaba a la perfección, no le sorprendieron en absoluto las caras tristes y miradas distraídas que mostraban los dos niños. Aun así, preguntó:

—A ver, ¿a qué vienen esas caras largas? ¿Estáis tristes porque hoy volvemos a casa?

—Yo no quiero que se acaben las vacaciones —respondió la niña—.

—Yo tampoco —añadió su hermano—. Además, mañana tengo que empezar el cole de primaria y dicen que es muy difícil.

Su madre les sirvió un vaso de leche fría.

—Bueno, este año aprenderéis cosas muy importantes en el colegio. Yo creo que tendríais que estar muy contentos de volver.

—Pero yo no quiero aprender nada más —protestó su hijo—. Yo ya sabo muchas cosas...

—Eso es verdad, cariño. Tú sabes muchas cosas… Y tu hermana, también. Y yo... —Hizo una pequeña pausa para acabar su vaso de leche y continuó—. Pero yo cada día estoy aprendiendo cosas nuevas. Por ejemplo, en los cuarenta días que hemos pasado aquí, en la casa del lago, he aprendido algo nuevo todos los días. ¿Os apetece dar un paseo y aprender una cosa nueva hoy?

Con la boca llena y sin alternativas claras, ambos asintieron sin convicción.

***

Pocos minutos después, los tres ya estaban preparados y saliendo por la puerta principal. Como todas las veces que salían de la casa, los niños corrieron hacia la barandilla que delimitaba el porche para contemplar las hermosas vistas del lago.

—Este lago es tan grande y tan bonito, mamá —dijo la pequeña—. Ven aquí, mamá. Las vistas desde aquí son las mejores.

Su madre se aproximó y le ofreció una mano a cada uno.

—¡Vamos! Hoy lo veremos más de cerca.

Los niños cogieron su mano y ella los guió por las escaleras de madera que descendían hasta la pequeña playa arenosa en la que se habían bañado casi a diario durante aquellas últimas semanas. Pero ese día, a diferencia de los otros, su madre los condujo hasta el pequeño embarcadero situado en el extremo más alejado de la playa. Allí, señaló a la pequeña barca de remos que reposaba sobre el agua y, uno por uno, los ayudó a subir.

Durante un buen rato, remó bordeando la orilla del lago y esquivando hábilmente las rocas y las constantes preguntas de sus hijos sobre dónde iban y qué iban a aprender. Finalmente, dejó los remos en el suelo de la barca y desveló la mitad del misterio.

—Hemos venido a visitar un árbol muy especial... Mirad allí —dijo apuntando a una extraña formación rocosa que se elevaba unos diez metros sobre el agua justo a la orilla del lago—. ¿Sabéis por qué es especial?

Mientras se acercaban lentamente con la barca, los dos niños observaron aquella columna de piedra que se ensanchaba en la parte superior creando una pequeña plataforma. En lo más alto, un solitario pino se balanceaba suavemente mecido por una casi imperceptible brisa.

El árbol que durante cuarenta años fabricó un puente

—Mamá, yo creo que hay un tesoro en ese árbol de ahí arriba —respondió la pequeña señalando el borde de la plataforma—. Por eso un pirata ha fabricado con unas ramas ese puente que une la piedra con la orilla. Así puede pasar y coger el tesoro.

—Tienes razón, cariño, hay un tesoro en el árbol y tiene mucho que ver con ese puente que has visto. —En ese momento la barca llegó a la orilla—. Fijaros bien en el puente. No son ramas. Son las raíces del árbol —explicó mientras los tres se situaban justo bajo las enormes raíces que, al parecer, habían saltado varios metros desde la plataforma de roca hasta tierra firme—. Como nació en un sitio en el que no tenía casi tierra ni agua para alimentarse, ha tenido que ir a buscarla a...

—¿Las raíces saben volar, mamá? —interrumpió el niño.

—No, cariño, esas raíces no saben volar y eso es, precisamente, lo que os quería enseñar hoy. Hace cuarenta años, donde ahora veis estas raíces había un arco de piedra que unía la plataforma en la que nació el árbol con el otro lado. Como el árbol quería crecer, sus raíces fueron avanzando poco a poco a través del arco buscando la nutritiva tierra de la que se alimentan los árboles. Pero, mientras tanto, el agua y el viento estaban erosionando el arco... Hasta que un día, hace varios años, el arco se cayó al suelo.

El puente de raíces que fabricó el árbol

—Por suerte, las raíces ya habían llegado al otro lado —dijo el pequeño sonriendo—. ¿Verdad, mamá?

—Así es —respondió devolviéndole la sonrisa—. El árbol había trabajado durante años y había formado unas raíces largas y sólidas que ahora le permiten vivir cómodamente. Y por eso...

—...y por eso los niños tenemos que ir al colegio —concluyó su hijo cogiendo por el brazo a su sorprendida hermana pequeña—. ¿Tu también lo entiendes, verdad?

—Creo que sí —contestó dubitativa—, pero los otros árboles no han tenido que hacer ese trabajo y también parecen muy cómodos.

—Es cierto —replicó su madre—, pero sin duda nuestro árbol especial es el que tiene las mejores vistas del lago.

Durante un instante, todos se quedaron en silencio. La niña miró de nuevo el árbol sobre la piedra y notó como una fugaz ráfaga de viento desplazaba hacia abajo las ramas más altas. Pensó que aquel árbol tan listo estaba intentando mover la cabeza para darle la razón a su madre.

Sin bajar la vista, le dirigió otra enorme sonrisa y afirmó satisfecha:

—Lo entiendo.

Fin

Para Natalia, que durante muchos años ha fabricado raíces en todas las direcciones posibles.

25 de septiembre de 2013

11 palabras sin traducción que dicen mucho de quien las usa

En el lenguaje, cada palabra está dotada de una función. Habitualmente, las palabras son símbolos que expresan una realidad, un objeto o un concepto que la persona que las usa es capaz de reconocer en el mundo real.

Por este motivo, cada cultura y cada idioma tiene algunas palabras particulares que no son necesarias fuera de su área de influencia y que, por lo tanto, no tienen traducción a otros idiomas. Veamos algunos ejemplos:

1. Waldeinsamkeit

En alemán, representa el sentimiento de encontrarse solo en un bosque. Seguro que Blancanieves lo experimentó varias veces antes de encontrar la casa de los enanitos.

Waldeinsamkeit

2. Culaccino

En italiano, es la marca dejada por un vaso frío en una mesa. Al parecer, es una palabra que suele utilizarse a voz en grito cuando los italianos no hacen uso de los prácticos sottobicchieri (posavasos).

Culaccino

3. Iktsuarpok

En inuit, expresa el sentimiento de anticipación que te empuja a salir a comprobar si alguien está viniendo. La definición no especifica en absoluto cuánto tiempo hay que esperar...

Iktsuarpok

4. Komorebi

Solo un idioma como el japonés puede tener una palabra que describa la luz del sol que se filtra a través de las hojas de los árboles.

Komorebi

5. Pochemuchka

En ruso, esta es la palabra que define a una persona, a menudo un niño, que hace muchas preguntas. Está inspirada en el protagonista de un cuento infantil ruso (Alyosha Pochemuchka) y seguro que todos conocemos a algún niño al que le aplica bien el término...

Pochemuchka

6. Goya

Mediante esta palabra, los habitantes de Pakistán e India que hablan urdu describen la suspensión de la incredulidad que puede ocurrir, por ejemplo, a través de una buena historia. Esto, por ejemplo, les ocurre constantemente a mis hijos: se sumergen completamente en los cuentos y películas que ven... y, de paso, se vuelven bastante pochemuchka.

Goya

7. Mångata

En sueco, es el reflejo a modo de camino que deja la luz de la luna sobre el agua.

Mangata

8. Jayus

En indonesio, se utiliza este término coloquial para referirse a un chiste sin gracia y explicado tan mal que uno no puede hacer otra cosa que reír. Sin comentarios.

Jayus

9. Pana Po'o

En hawaiano hay una palabra que describe el acto de rascarse la cabeza para intentar recordar algo que has olvidado. ¿Dónde he dejado las llaves? ¿Dónde aparqué el coche? ¿Cuándo era su cumpleaños? ¿Cómo se decía eso de hacer demasiadas preguntas...? ¡Ah, sí: pochemuchka!

Pana Po'o

10. Dépaysement

Si eres francés y tienes ese sentimiento que te invade por no estar en tu patria, esta es tu palabra. Aunque, en este caso, creo que sí hay otro idioma que tiene una palabra para eso. Mis amigos gallegos lo llamarían morriña.

Dépaysement

11. Sobremesa

Por último, no podía faltar el vocablo español que define ese rato tras el almuerzo o la cena en el que se charla con las personas con las que se ha compartido la comida. De nuevo, sin comentarios.

Sobremesa