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Este es mi blog personal y aquí escribo sobre Internet, tendencias, V&L, cine, fotografía y cualquier otro tema que me parezca que es imprescindible compartir. Si quieres, puedes seguirme por:

6 de septiembre de 2012

Haz la prueba: ¿cuantas cartas rojas ves?

El año pasado, publiqué un artículo titulado La fortuna de saberse afortunado en el que explicaba un curioso estudio sobre la suerte realizado por el psicólogo Richard Wiseman. Hoy quiero presentar un nuevo experimento suyo tremendamente sencillo e igualmente curioso.

La prueba

En el siguiente vídeo, que dura menos de un minuto, el Dr. Wiseman nos irá enseñando unas cuantas cartas... ¿Eres capaz de contar cuántas cartas rojas ves?

Nota: no sigas leyendo si todavía no has hecho la prueba.

El resultado

Efectivamente, en el vídeo aparecen quince cartas rojas. Si no has acertado esto, en tu caso las posibles conclusiones son:

  • no sabes contar
  • tienes un daltonismo galopante
  • tu monitor es monocromo

Pero, si estás en el otro caso y has contado bien las cartas... ¿has visto el perro, el pollo, el búho, el hombre y la mujer? Si no sabes de qué hablo, vuelve a ver el vídeo y no cuentes cartas.

Si eres como la mayoría (entre los que me incluyo) la primera vez no los habrás visto. El motivo es que nuestro cerebro, cuando está muy concentrado en una tarea o en un punto, suele perderse los detalles que lo rodean.

Al fin y al cabo, si no fuera así, los trucos de magia no tendrían ningua gracia.

22 de agosto de 2012

Palomas de la paz a la brasa al estilo Seúl '88

Ahora que ya han finalizado los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y hemos vuelto a vivir gloriosas proezas deportivas y emocionantes ceremonias, no he podido evitar recordar un episodio olímpico que, aunque emocionante, no creo que se pueda calificar como "gloriosa proeza".

Ocurrió en Seúl, el 17 de septiembre de 1988, durante la ceremonia inaugural de los XXIV Juegos Olímpicos.

La tradicional liberación de las palomas de la paz

Como venía ocurriendo desde Amberes 1920, la ceremonia inaugural incluyó en sus comienzos una simbólica liberación de palomas blancas recordando uno de los principales valores olímpicos: la paz.

La liberación de las palomas de la paz en Seúl '88

Como las palomas fueron importadas especialemente para la ocasión, no conocían la ciudad, así que decidieron que no tenían otra cosa mejor que hacer que quedarse a ver el resto de la ceremonia.

El lugar que escogieron para contemplar el espectáculo fue una elegante torre que ofrecía unas excelentes vistas a todo el estadio.

Las palomas observan la ceremonia

Después de un rato de buena música y buenos bailes coreanos, tres individuos se acercaron al improvisado palomar, también conocido como pebetero, armados con unas antorchas. Se mascaba la tragedia...

Los atletas de Seúl encendiendo la barbacoa

El encendido del pebetero

El pebetero se encendió tal como estaba previsto y el resultado os lo podéis imaginar: una excelente barbacoa de palomas y multitud de defensores de los derechos de los animales en pie de guerra. Por suerte, tal como se aprecia en el extremo izquierdo de la foto oficial, algunas aves con buenos reflejos escaparon a tiempo.

La foto oficial del encendido del pebetero de Seúl

Aquí tenéis un vídeo del momento. Lo bueno empieza en el minuto 7:

Conclusiones

Tras el suceso, rápidamente se buscaron culpables. Algunos dijeron que la organización debería haberlo previsto. Otros señalaron a las palomas, argumentando que deberían estar más familiarizadas con el protocolo de encendido de un pebetero, después de tantos años participando en las ceremonias...

Al final, la consecuencia real de aquella barbacoa fue que las palomas solo participaron en una ceremonia más, la de Barcelona 1992, y con unos prácticos pinchos alrededor del pebetero.

Supongo que, por lo tanto, la conclusión es que la culpa fue de las palomas...

26 de junio de 2012

Copiar, transformar y combinar [Incluye ejemplo protagonizado por Conejito]

Para empezar, tomemos como ejemplo la siguiente historia que he creado esta tarde y que he titulado "El susto de Conejito".

Conejito y Tigrito

Lo sé... Sé lo que estáis pensando y estoy de acuerdo: es absolutamente brillante.

Pero, para ser justo, he de reconocer que el mérito no es solo mío.

Esta creación, como la mayoría de grandes obras, no es el resultado de la inspiración de un único autor. Esta creación, tal como ha ocurrido en otras entradas recientes de este blog, se sustenta en los tres pilares básicos de la creatividad: COPIAR, TRANSFORMAR y COMBINAR.

Copiar

Esta creación es fundamentalmente una copia directa del conocido chiste gráfico "Conejito y Tigrito". Mi colega Jordi me lo enseñó la semana pasada y yo simplemente busqué en Internet las imágenes más apropiadas (utilizando términos como cute bunnies o baby tiger).

Transformar

Además de otras transformaciones menores, he añadido una escena inicial (las dos primeras viñetas) que ofrece una nueva perspectiva de los personajes, dándoles a su vez más profundidad. Creo que conocer mejor las circunstancias en las que estos se conocen ayuda a comprender mejor el desenlace.

Asimismo he aumentado el tamaño de las imágenes y tipografías de las últimas viñetas para elevar la tensión dramática del momento final.

Combinar

La estética del chiste gráfico original que me enseñó mi compañero Jordi no me gustó. Nada más verlo, me pareció que el concepto era muy bueno, pero la ejecución... digamos que no lo era. Por ese motivo decidí hacer mi propia versión combinando esa historia con el estilo gráfico que ha utilizado mi hijo Víctor en sus trabajos con las mascotas Dumbo y Nyapi.

Y vosotros... ¿qué opináis? ¿Os gusta más esta nueva versión?

13 de junio de 2012

La última carta perdida

En alguna de mis entradas recientes he tratado de explicar viejas prácticas y conceptos inventados en el siglo XIX que, de alguna forma, han llegado a nuestros días (como los navegadores para dispositivos handheld o el argot de los mensajes de correo). Hoy explicaré una historia parecida que provocó el nacimiento de los sellos postales.

La historia de la carta vacía

En 1835, el envío de una carta mediante el servicio de correos británico lo tenía que pagar el destinatario en función del número de kilómetros de distancia recorridos. Según explica la leyenda y la Wikipedia, ese año...

...el profesor inglés Rowland Hill, que viajaba por Escocia se aprestó a descansar en una posada. Mientras se calentaba en la chimenea vio cómo el cartero de la zona entraba en la casa y entregaba una carta a la posadera. Ella tomó la carta en sus manos, la examinó atentamente y la devolvió al cartero alegando:

—Como somos bastante pobres no podemos pagar el importe de la carta, por lo que le ruego que la devuelva al remitente.

Al oír aquello, surgió en el corazón de Hill un impulso de generosidad y movido por ese impulso ofreció al cartero el importe de la misiva, pues no quería que por falta de dinero se quedara la buena mujer sin saber las noticias que le pudieran llegar en dicha carta. El cartero cobró la media corona que costaba, y entregó la carta a la posadera, saliendo a continuación para seguir su recorrido.

La posadera recogió la carta y la dejó sobre una mesa sin preocuparse en absoluto de su contenido. Luego se volvió al generoso huésped y le dijo con amabilidad:

—Señor, le agradezco de veras el detalle que ha tenido de pagar el importe de la carta. Soy pobre, pero no tanto como para no poder pagar el coste de la misma. Si no lo hice, fue porque dentro no hay nada escrito, sólo la dirección. Mi familia vive a mucha distancia y para saber que estamos bien nos escribimos cartas, pero teniendo cuidado de que cada línea de la dirección esté escrita por diferente mano. Si aparece la letra de todos, significa que todos están bien. Una vez examinada la dirección de la carta la devolvemos al cartero diciendo que no podemos pagarla y así tenemos noticias unos de otros sin que nos cueste un penique.

Sello Penny Black de la Reina Victoria

Como resultado de aquel suceso (si es que realmente sucedió), Rowland Hill propuso el franqueo previo de la correspondencia y el cobro del envío al remitente en función del peso de la carta.

De esta manera, en 1840 nació el primer sello postal: el Penny Black de la Reina Victoria.

Y con él murió esa ingeniosa práctica que permitía comunicarse a distancia sin necesidad de pagar ni un penique...

Epílogo

Bueno... ¿realmente murió?

Tal y como escribí recientemente en aquella entrada sobre el proceso creativo, la transformación y la combinación son dos de los pilares básicos de la creatividad. En el fondo, creo que esa práctica ha llegado hasta nuestros días transformada en las omnipresentes llamadas perdidas.